Entrevista. José (miembro de Alcohólicos Anónimos)
«Beber me quitó la comunicación con los demás, ser yo mismo, ser persona»
Primero fue una copa, o dos. Acto seguido la panacea frente a las relaciones. Después, muleta para todo. Al final, «una angustia vital tremenda». El infierno. Y así un año, otro y otro. Hasta 20, 30 o más. Hasta un colapso al que siguió Alcohólicos Anónimos. Nos lo cuenta José (nombre ficticio) desde algún punto del medio rural de Soria, aunque podría ser Antonio, María... Esta es su historia.
P. Hoy es el Día Mundial sin Alcohol (15 de noviembre). ¿Qué le dice a usted?
R. A mí en principio no me dice nada. Lo dice el programa de Alcohólicos Anónimos (AA), que no nos metemos en ninguna controversia, con lo cual yo puedo hablar desde mi punto de vista como tal. Yo no bebo, de los demás no opino. Es el día sin alcohol y ya está. Para mí personalmente ha destrozado mi vida, pero para los demás no sé... Hay una cultura de alcohol -no alcohólica- de consumo de alcohol desde hace mil años en España. Ni opino ni dejo de opinar. No me parece nada. Simplemente ahí está.
P. ¿Hay un por qué para empezar a beber o sucede sin más?
R. Yo empecé a beber desde muy joven. Tenía muchos problemas de timidez, de acercarme a las chicas, de relación social en los grupos. Cuando pruebas por primera vez el alcohol o con la primera borrachera te das cuenta de que es la panacea, 'joer, he encontrado el elixir mágico', porque con ella me podía acercar a las mujeres, relacionar con los amigos, me sentía mucho más... importante. Ese fue el primer contacto con el alcohol. Luego se paga, pero en principio es así.
P. ¿Cuándo se da cuenta uno de que tiene que dejarlo?
R. A mí me costó darme cuenta de que tenía que dejarlo. Hacía esfuerzos. En principio es como una hermandad, tienes el alcohol que te sirve, luego te sirve pero te da problemas y al final solo te da problemas. Laboralmente tienes problemas, familiarmente tienes problemas y muchos de ellos son derivados del alcohol. Y ocurre que cuando te das cuenta no puedes dejarlo.
P. ¿Cuándo lo hizo usted?
R. Lo hice después de muchos avisos. Porque la vida te da muchos avisos, físicos -con enfermedades derivadas del consumo-; avisos a través de la familia -cuando ves que tus relaciones se van deteriorando hasta la separación-; tus relaciones laborales van a menos y dices... 'esto no puede ser'. En mi caso fue que tuve un colapso mental y aterricé en el hospital. Y no fue hace tanto tiempo: estamos hablando de seis, siete años.
P. ¿Qué le ha quitado beber?
R. Beber me quitó la comunicación con los demás, socialmente el ser yo mismo, el ser persona. Estás en manos del alcohol; podías ser muy amable, lo que sea, pero la soledad no me la quitó de ninguna manera. El alcohol me enclaustró en mí mismo, aunque mis relaciones sociales fueran correctas, yo lo que sentía era la angustia de la soledad. Es lo que más me marcó en esa época.
P. ¿Y qué le dio?
R. En sentido positivo era que utilizaba el alcohol como instrumento para mis relaciones con los demás, para relacionarme con mi familia; con la gente que estaba alrededor... Caes en un círculo vicioso, porque cuanto más te encierras en ti mismo, más miedo tienes a los demás y a las relaciones. Y para tener el valor y enfrentarte a ellas ¿qué utilizas? El alcohol. El alcohol como muleta para todo. Necesitaba hacer una cosa, pues me voy a tomar una copa antes; tienes un problema laboral, te tomabas un par de copas o tres; por la mañana, te levantabas tembloroso, cómo lo acallabas, pues con una copa. Lo utilizas para todo.
P. Su historia en tres palabras.
R. ¿Tres o cuatro palabras? Quiero seguir viviendo.
P. ¿A la bebida empujan o caes?
R. Se cae y te empujan; te empujan y te caes. No te empujan los demás. Eres tú. Al principio encuentras la panacea y luego al final se vuelve contra ti.
P. Hablamos de un consumo extendido socialmente.
R. ¡Uy! Socialmente esta muy extendido. El alcohol está presente en todos los actos públicos, privados... Estamos en una sociedad que fomenta el consumo de alcohol.
P. ¿Uno sabe que tiene que dejar de beber o no se da cuenta si no se le dice?
R. Sí, sí. Uno lo sabe perfectamente, pero no puede. El problema es que no puede; por sí mismo es imposible.
P. ¿Dónde se sujetó?
R. Posiblemente fuera a Alcohólicos Anónimos. Cuando llegué a Alcohólicos Anónimos fue donde di ese paso fundamental de ver la necesidad de pedir ayuda, porque mientras no estás convencido de que necesitas la ayuda de los demás, por más que intenten dártela, no las vas a recibir.
P. ¿Cómo llegó?
R. Me dijeron que fuera, lo conocía anteriormente, pero fui dirigido. En concreto por el servicio de Psiquiatría de Soria. Hace ya más de seis años.
P. ¿Y desde entonces?
R. Una maravilla. No he vuelto a probar el alcohol, me encuentro recuperado en mi capacidad de decidir cosas, de hacer cosas. Ha sido un recuperar la alegría de vivir.
P. ¿Qué le ha enseñado su vivencia?
R. Me ha enseñado que todo el mundo tenemos derecho a equivocarnos, a pedir ayuda y tener una vida digna.
P. ¿Cómo se siente uno por dentro sabiendo que de verdad tiene un problema con la bebida?
R. Una soledad y angustia. Te encuentras solo, con un dolor indescriptible y una angustia vital tremenda. Y con la imposibilidad de romper esas barreras que tú mismo te has puesto.
P. Seguro que en este tiempo se le han caído algunas.
R. Claro que se van cayendo, porque te das cuenta de una cosa principal: que esas barreras las pones tú. En Alcohólicos Anónimos lo que encuentras es comprensión y saber que no estás solo. Te das cuenta de eso hablando con otro alcohólico, que tiene los mismos problemas que tú. Una de las cosas que nos creemos los alcohólicos es que somos unos seres excepcionales, completamente únicos. Y ves que no es así, que hay gente como tú y que juntándonos entre nosotros, exponiendo los sentimientos un alcohólico con otro alcohólico, pierdes esa percepción. Eso es muy importante.
P. Frente a la comprensión, imagino que también todo lo contrario.
R. El infierno que vive un alcohólico no lo sabe nadie más que otro alcohólico. Por eso yo no hablaría de incomprensión. Es un mundo tan, tan personal, que es muy difícil que otra persona normal lo conozca, no alcohólica. Entras en esa parte de decir 'me dejo ir' y lo que sea. Cuando te encuentras con una persona que ha pasado por lo mismo que tú, dices 'he roto mi soledad'. De ahí la importancia de tener un grupo donde ir y sentir que has roto esa soledad tan dolorosa que tenías.
P. Decisión, voluntad y sobre todo ayuda, entonces.
R. Exactamente. Es un conglomerado. Por eso siguen existiendo estos grupos. Hay otro tipo de grupos totalmente válidos donde se juntan alcohólicos y verdaderamente encuentran apoyo y esa solidaridad y energía para seguir viviendo.
P. Hay personas que cuestionan que sea una enfermedad.
R. También hay gente que piensa que es un vicio, que eres un asocial. Cada uno tiene una forma de pensar sobre este tema. Yo verdaderamente no sé hasta qué punto es una enfermedad física. Yo creo que sí es física, psicológica y que es una enfermedad espiritual. ¿Que hay gente que no piensa así? Yo lo he sufrido y lo sufro y sé que es una enfermedad.
P. ¿Por qué dice que la sufre si ya no bebe?
R. Es que no estoy fuera. El alcohol es como los diabéticos. Se es diabético para siempre. No es estar bajo el estigma del alcohol. Es la personalidad alcohólica que tenemos. Esa compulsión y esa obsesión la voy a tener siempre y no solamente con el alcohol, sino con otros aspectos de mi vida. Es como un coche con 125.000 kilómetros que guardas en el garaje. Cuando lo saques del garaje sigue teniendo 125.000 kilómetros.
P. ¿Se critica, se juzga, se señala, se compadece?
R. Creo que la familia cercana intenta ayudar, pero nosotros no nos dejamos ayudar. (¿Y el vecino, el conocido?). Los amigos intentan ayudar, otro tipo de gente señala.
P. ¿Alcohólicos Anónimos es una asociación abierta?
R. Compartimos nuestra experiencia, para resolver nuestro problema común. Para eso estamos. Estamos abiertos a todo aquel que sufre por el alcohol. Para todo aquel que quiera, hay una página web, un número de teléfono. Acudimos donde nos llaman.